Fantasía roja


Iván de la Nuez ve el mundo como un crucigrama. Ideas, conceptos, señales, signos, símbolos. Los cruza, los combina, los reescribe. Los libros de De la Nuez se escriben como anagramas desplegados. La realidad es un tablero lúdico para este pensador perspicaz y acucioso. Artes plásticas, política, música, arquitectura, economía, diseño, literatura, cine, hacen orgía en su mirada incisiva, siempre atenta a las contradicciones. Desmantela, reconfigura y delata los lugares comunes. Y Cuba, ah, Cuba, esa isla del doctor Moreau, es el epicentro de sus reflexiones, porque ahí, en Cuba, el absurdo se hace norma, y nada funciona para lo que fue hecho: un calcetín puede ser el filtro para el café. [He creído que la idea de Cuba es ese calcetín que filtra el decoro. Y deja colar la indolencia]. Se fusilan hombres por ideas. Hasta que ya no hay hombres. Pues se fusilan ideas. La idea es fusilar.

En Fantasía roja (Debate, 2006), De la Nuez reflexiona sobre los intelectuales que idiotamente, con entusiasmo juvenil, se acercaron (y se siguen acercando en contra de toda sensatez) a la Revolución tropical que cargó con toda la esperanza destructiva de la izquierda y por supuesto con la de varias generaciones. Y es fascinante leer los testimonios, las reflexiones y la imaginación descabellada de quienes se reconocen como pensadores y terminan debatiendo los cambios que la Revolución entraña: ninguno en cincuenta años. Es decir, la Revolución sin tiempo. La contradicción irresoluble: cambio sin cambios. Futuro sin devenir. Qué maravilla. Esa isla es encantadora, diría una bruja. A la rueda de la dialéctica materialista le atravesaron un palo en los rayos. Un fusil.

De Graham Greene a Sartre, de Régis Debray a Belén Gopegui, de Ry Cooder a Wim Wenders, de Manuel Vásquez Montalbán a Mario Benedetti, de José Saramago a Oliver Stone, todos pensando a Cuba, todos descubriéndola, observándola, visitándola, cantándola, escribiéndola, avalando cualquier tropelía, ¿y los cubanos? pues sin mucho qué decir o paredón. Los cubanos que de objetos se hacen sujetos de su propia historia, oh Dios mío, objetos y sujetos ¡qué profundidad para tanta felonía! La Revolución la hace el pueblo pero la piensa el intelectual comprometido. ¿Comprometido con qué y con quién? Comprometido con un mundo mejor. Ese mundo mejor es, sin duda, en el que no hay libertad. Ni grasas trans. Mucho jipi, mucho comunista aficionado, mucho foro, encuentro, mucho sarao, mucho izquierdista soñador, mucho luchador social, mucha felicidad hambrienta. Mucho mayo del 68 en el 2016. En Cuba nunca pasa nada. Ni siquiera cuando se muere quien la mató. Muchos cadillacs. Y quienes se ocupan del dinero son las putas, el resto de la isla es víctima de la economía planificada: en los primeros cuarenta años de revolución entre fusilamientos y exilios, se luchó en contra de los males del capitalismo —suficiente para cualquier intelectual europeo. Suficiente para cualquier ecologista. Muerto un hombre, menos contaminación—, tanto que la isla de la fantasía se convirtió en parque temático. Cuba, pobre Cuba, que debate entre Fidel y Castro, es decir, no debate. [En lo único que estoy de acuerdo por estos días llenos de lamentos laudatorios, es en las condolencias que hay que darle a todos los cubanos, muchas condolencias porque aquello no se acaba. La eternidad revolucionaria. La antorcha olímpica que intelectuales están dispuestos a mantener viva, encendida en nombre de la dignidad y la soberanía. No veo a ninguno por allá. Andan por Guadalajara, comprando libros que ningún venezolano encontraría en las pocas librerías que quedan por esta sucursal].

Iván de la Nuez se declara un hombre de izquierdas. No debe ser fácil siendo tan crítico. Y debe ser insoportable que tenga tan buen humor. La izquierda es solemne. No se toma nada a juego. Solo la vida de los demás. Feltrinelli, el gran editor, hace famosa la foto del Che tomada por Korda. Muchos la llevarán en franelas, calcomanías, tazas, colgará en afiches, postales, será icono pop de la justicia revolucionaria. Cuba es la tienda de suvenires de la izquierda. Barbas, muchas barbas, tabacos, rones, trajes verdes oliva, botas, y Serrano cantando sobre "aquel guerrillero loco"; y fusilamientos y exilios, pobreza y hambre. ¡Cuándo será que las balsas salen de Miami hacia La Habana! La Revolución sin ideología que se hace en la acción. Cualquier dictadura es válida siempre y cuando no sea una dictadura burguesa. [Imitemos Cuba. Seamos Cuba. Lo vamos a lograr. Ya tenemos balseros. Quizás una colega columnista, tierna y sensible, los llame gusanos y poetice mucho con esos traidores que se van a Curazao. Un documental italiano sobre la nuestra —que es la misma aunque no lo sea— se exhibe en las plazas de Caracas. ¡Y hasta Stone nos ha visitado para hacernos ver que sí podemos dejar de fantasear, que la Revolución es verdad, él la filma. Mucha celda, muchos ojitos, banderas, consignas, afiches, calendarios, llaveros, gorras, mercadeo devaluado. Sabremos que este delirio habrá terminado cuando llevar una franela con aquellos ojitos warholianos sea cool.]


Este scrabble ideológico que ensaya el curador de arte y ensayista cubano radicado en España, fue escrito hace una década. Como era de esperarse, no pierde vigencia. Parece estar siempre en la mesa de novedades porque su asunto está fuera del tiempo. La Revolución tiene celadores taxidermistas. Los intelectuales de izquierda. Plumas al hombro para firmar cualquier comunicado en apoyo a los pueblos oprimidos por televisores HD, Playstation, bluyín, Milky Way y todos los artefactos que comienzan con i cuando lo importante es el we de la comuna. Razón tiene De la Nuez al pasar revista por el yerno de Marx, Paul Lafargue: "Trabajadores del mundo, dispersaos". Luego de cumplir el horario de trabajo se puede dejar de ser capitalista. No hay necesidad del gulag. Solo hay que dejar de trabajar. Y fantasear con el hombre nuevo impartiendo justicia en bolsas negras. Hay lecturas que no pueden comentarse.

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