Tuyo es el mañana


Habla pueblo, habla / tuyo es el mañana. / Habla y no permitas / que roben tu palabra... Estos versos le daban comienzo a la canción con la que Adolfo Suárez se anotaba su primer gran triunfo en la difícil transición española, el referéndum para la Reforma política del 15 de diciembre de 1976. La férrea dictadura franquista daba paso a la inminente democracia, y la llegada de España al siglo XX europeo. Llegaría, no sin dolor, con heridas que aún no cicatrizan (mejor que seguir hiriendo), con el correlato de la violencia: atentados, represión, persecuciones, la transición tiene el mérito de seguir adelante aun en medio de la ira; no sin asumir con mucha madurez que la conformación de un pacto nacional evitaría otro conflicto cainita; un pacto político, por cierto, inspirado entre otros, en el tan denostado Pacto de Puntofijo venezolano. Militares al cuartel. La República es y será siempre civil.

También por aquel entonces nacía Pablo Martín Sanchez, autor de esta, su segunda novela, Tuyo es el mañana (Acantilado, 2016), en la que se narra un día (el de su nacimiento) del año que quizás fuese el más complejo de la transición, el año en que se conjugaba también el nacimiento de la democracia en España, luego de cuatro décadas de dictadura, 1977. La fecha del nacimiento del autor es un dato —y no de poca importancia— que es parte de un proyecto literario que desarrolla una mirada sobre España teniendo como referencia tangencial al autor mismo. En su primera y entrañable primera novela, El anarquista que se llamaba como yo (Acantilado, 2012), el título señala la coincidencia azarosa de su nombre con la de un personaje histórico olvidado condenado al garrote vil por atentar en contra de Primo de Rivera. Un proyecto que se va constituyendo en una obra que tiene y tendrá, seguramente, un lugar en el panorama literario español. No es autoficción, es una referencia mínima a sí mismo que echa a andar el constructo narrativo. El registro de una historia reciente, la historia contemporánea que le ha tocado al autor por esos azares de la vida, y que decide ordenarla haciendo literatura, contando un siglo, el que ha tocado en suerte.

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Venezuela
[Me pregunto, con la indignación de cualquiera que sepa leer y escribir y haya hecho algo con ello, si la patulea militar habrá entendido que el tiempo pasa, que es inevitable que suceda, que más pronto que tarde, y con el debido proceso que no le dieron al resto de la sociedad en estas dos décadas de pillería, saqueo, vagabundería, crimen y abuso, tendrá que doblegarse al proceso civil que restituya la República, tendrá que enfrentar la justicia, la opinión pública sin las amenazas que un cinto con revólver la hace macho, y luego, quedará en la Historia sin duda —ese sucedáneo de Dios divinizado por la izquierda—, en la del oprobio, la ignominia y el repudio, en narraciones, ensayos, reportajes, obras de teatro, y por supuesto en los archivos y documentos de un Tribunal Supremo de Justicia que no sea el lupanar de rufianes que es ahora, al que lo único que le falta es un bombillo rojo encendido día y noche en las afueras del edificio; y al pueblo, ese que entusiasta, iracunda, vil y complacientemente dejó robarse la palabra por mezquino, resentido, infantil, pedigüeño y envilecido, habrá que recordarle siempre, cada día, todos los días, que el fin no justifica los medios y que van a tener que trabajar para hacerse con una vida digna y asumir la responsabilidad individual por lo que quisieron y otros tuvieron que enderezar a costa de sus vidas, sí, ese pueblo victorioso que cambió su dignidad por una bolsa podrida de comida y un televisor encendido todo el día repitiéndole que es el pueblo de Bolívar mientras le tocan la puerta para lanzarle por el estómago un paquete de pasta y hacerle creer —y creerse— que estaba en la Campaña Admirable, a ese pueblo hay que decirle que decidió mal, que la política no es aniquilar al resto, que la democracia no es "la mayoría" sino todo lo contrario, que vuelvan a sus casas a reflexionar, ¡cómo hace falta en Venezuela al menos tres meses de invierno!, que "pedir" no es un trabajo, y que no es merecedor de nada por ser "pueblo". De eso se trata también la dignidad, de tener el brío de no tenerlo: de Borges saliendo, incólume a lo que han debido indicarle sus instintos, del garito de calambucos verdes, empujado por un prócer en cuyo haber intelectual no hay más de doscientas palabras incluyendo nombres propios, groserías y las consignas aprendidas en esa bahorrina que son los cuarteles del cerebro. "Este hombre no quiere entrar en razón", se le escucha decir al diputado. Y es cierto. ¿Cómo saber qué sucedía en ese instante en el interior del diputado? ¿Es que acaso cada uno de nosotros no ha sido víctima del arrebato salvaje de estos energúmenos, pensando luego lo que ha podido hacer? Se le puede ver que gira su torso como para responder, ¿qué, a quién? "Ese hombre no quiere entrar en razón", porque la razón ha sido expulsada de todo orden, norma y referente. Aunque toda la izquierda intente fundamentarse en la Razón, siempre termina en los nudillos de un puño, como bien atestiguan las banderas y demás souvenirs de los comunistas. Razón, palabra, logos. Instancias exiliadas. Cuánto he esperado que la oposición llame a la "bancada de la patria" la bancada comunista. ¿Quién escribirá un "Tuyo es el mañana" en esa tierra arrasada? Con solo buscar en los archivos de los últimos dos meses de la primera página de este portal para el que ya no escribo (Contrapunto.com), tendrá para darse un banquete, en un futuro no muy lejano, quien haya nacido en este período desgraciado y oscuro y malvado y pérfido. ¿O es que piensan, los medios con vergonzosa tendencia progobierno, que no serán revisitados? Nadie sabe el pasado que le espera, se dice por ahí, y esto también vale para el bribón que "comanda una unidad". El contrapunto de este portal será el inevitable paso del tiempo, la inevitable realidad obstinada. No hay que desesperar.]

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Un solo día en poco más de doscientas páginas. Novela coral, dividida en "Medianoche", "Madrugada", "Mañana", "Mediodía", "Tarde" y "Noche". Como cualquier día, como cualquier período, como cualquier biografía, como cualquier dictadura cuando termina y se puede mirar atrás. Se lee esta novela como si se hubiese leído mil páginas. Riqueza de las voces, de historias que van desembocando en el principio y fin de la historia: el nacimiento de un niño y el nacimiento de la democracia. Ambos nacimientos, lentos, dolorosos, llenos de incertidumbre.

Pablo Martín Sánchez ha reunido múltiples voces que dan cuenta de una época, no solo de un día. Son voces, entre las que se encuentra la del retrato de una doña de la aristocracia catalana que se pregunta adónde irá a parar esta sociedad con esto llamado democracia; la de un radical de la izquierda chilena exiliado en Barcelona, informante que funge de profesor de la universidad, torturado y perseguido por la dictadura pinochetista, figura del héroe romántico trágico de la izquierda, como si no luchase para instaurar una dictadura tanto o más cruel de la que huyó, y que es irresistible para cualquier jovencita ávida de aventuras; hasta la voz de un galgo de carreras que quiere ser libre y dejar atrás los maltratos de sus cuidadores y entrenadores, dejar de perseguir la liebre para dejarse querer por una niña adorable que sabe tanto de animales hasta dar cuenta de la naturaleza de los hombres. Ese galgo, Solitario VI, responde a su naturaleza como parece responder el resto de los personajes. Las virtudes y vilezas se superponen o aplastan, se exhiben o se mitigan. Hay miedo, soledad, esperanza, aventura, riesgo, dolor, crimen, grandeza, ternura, en este día que recuerda a esas proezas literarias de Joyce y Woolf, o para acercar más la referencia, a la de Adriano González León.

Este torrente de voces e historias encapsulado en una novela es una acrobacia de talento narrativo y como las buenas novelas, un registro del espíritu de los tiempos. Aquella España que intentaba hacerse adulta asumiendo la libertad y que en la peripecia del autor se muestra plural: la doña del retrato le teme a lo que la libertad puede traer consigo: "El otro día José Mari me leyó una noticia que la habría dejado patidifusa [a su madre]: en una cadena de hoteles de Canadá, todas las empleadas, desde las señoras de la limpieza hasta las camareras, trabajan con los pechos al aire, ¡y los dueños del negocio aseguran que hay miles de señoritas haciendo colas para ser contratadas! Afortunadamente, algo así sería imposible en un país como el nuestro, donde, gracias a Dios, el Caudillo lo dejó todo atado y bien atado, aunque con esto de la democracia no sé adónde iremos a parar." Carlota, la joven estudiante que le encanta el profesor chileno exiliado y no duda en seducirlo, en invitarlo a las manifestaciones estudiantiles que exigen amnistía para los presos políticos y opositores al franquismo, y que se muestra o anuncia lo que será el llamado "destape" y también el oficio periodístico que dará un respiro de libertad a toda la sociedad. Clara Molina, la niña que debido al divorcio de los padres tendrá que vivir en Barcelona dejando su añorada Madrid, y que por la dejadez afectiva termina por verter su interés en los animales, y rescatará al galgo, cuya voz es el desenfado, la irreverencia, la autenticidad y la coherencia: cuando es maltratado por sus cuidadores un lector sensible rechaza de inmediato al personaje siniestro sintiendo una ira que brota natural, una voz desde la cual la crueldad humana se hace mucho más ruin porque ya no se trata de los hombres sino de una crueldad, —si se permite tal apreciación— mezquina, pervertida, desviada, infructuosa, monstruosa —no que la crueldad hacia los hombres no lo sea, sino que esta, hacia los animales, es especialmente retorcida—. [El despiadado infeliz que disparó a Cross es lo que procura esta ideología institucionalizada, he ahí la maldad más abyecta, acomplejada, infame y villana. No entiendo por qué no ha sido condecorado por la Misión Nevado. Como ha sido condecorado el canalla tunante por la morralla chavista, ese que por la espalda, al mejor estilo del cobarde y zascandil Robert Ford, empujó al decoro para festejo de la hez roja y el desespero del manicomio tuitero.] La corrupción que necesariamente se ordena cuando la libertad se constriñe tendrá su voz, su epítome cuando el Estado (encarnado en un personaje detestable, director de un hospital) silencie el tráfico de recién nacidos, un hilo narrativo que se irá desovillando sutilmente en toda la historia, y que amarrará a todos los personajes en un engranaje técnico admirable.


Tuyo es el mañana, novela que es despliegue de elocuencia, vitalidad, inventiva y originalidad deja en el lector la satisfacción de su goce y la ansiedad por la próxima entrega de un proyecto literario de un joven autor que no puede dejar de celebrarse.

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