33 revoluciones
La
desesperanza y el desencanto son el común denominador de este conjunto de
relatos y lo que se puede considerar una novela breve. El desaliento ante una
realidad inamovible que reduce al absurdo la vida de quienes la padecen. Es el
cansino canto de quienes no tienen futuro. Si las cuitas pasadas alimentan los
boleros, el futuro robado genera un lamento iracundo. Hay rabia en tanta
grisura. Hay iracundia en el inhóspito paraíso socialista. Pero es una ira calma,
domesticada por la misma intrascendencia que lo mina todo. Es el resultado de
la ingeniería social. El resultado de siempre: quienes logran sobrevivir a la
ideología no lo podrán hacer a la muerte en vida que es la suspensión del paso
del tiempo, la eternidad de la revolución.
33 revoluciones (Alfaguara, 2016)
es el libro póstumo de Canek Sánchez Guevara, fallecido en 2015 por
complicaciones de salud con apenas cuarenta años. La prosapia revolucionaria se
fractura con el nieto mayor del legendario nefario y calvinista destazador de
La Cabaña. Y se fractura porque en estas páginas pululan unos seres rotos,
disminuidos, apagados, quizás desalmados en lo que tal condición supone substraída
la maldad, porque ya no hay impulso vital, nada anima a estos seres
abandonados, arrojados a las páginas como a la vida que ficticia, refleja y
recrea la realidad. Nada de pioneros, ni heroicidades románticas. Morir por la
Patria no es vivir, es solo morir por la patria. Solo despojos. Expropiaciones.
Allí donde se expropian bienes se termina por expropiar almas.
En
"Confesiones de un artista ensangrentado", un caníbal que
reestructura un edifico según las pautas revolucionarias, mientras ordena el
mundo, tiene para sí un banquete de carne humana que degusta a la par que se
ejercita en reflexiones metafísicas desde las cuales —este Hannibal Lecter
socialista y tropical— sustituye todo vínculo fraterno por el arte de cocinar
carne humana. En "Los supervivientes" un grupo de jóvenes exiliados
de distintas procedencias se va encontrando a las costas del pacífico nicaragüense
para quedarse embrujados por la playa, las mujeres, las drogas de baja
intensidad y el despropósito vital, superviven del trapicheo, del sol y del
mar. En "La casa gana", el dueño de un burdel va haciendo que su
negocio crezca al ir sumando las voluntades de todas las fuerzas del país,
prostitución, apuestas, cocaína, y diputados y magistrados y militares
construyendo al futuro presidente de la República junto a su Dama, quien
regenta el burdel, hasta regentar el país y ser llamada Primera Dama; un país
de ideólogos proletarios millonarios. Nada ajeno al lector latinoamericano.
Fascinante para un francés: comunistas bleu de gex.
Uno que otro relato menor, ("La espiral de Guacarnaco", "El
misterio del dedo ausente", "Los veintidós") que bien han podido
quedar para otras ediciones, completan el conjunto, uno que, con lenguaje
vibrante, genuina intención irónica (aunque a veces se siente como irreverencia
juvenil), y más talento que oficio, logra crear atmósferas envolventes que
pugnan entre el brillo de la luz solar, los cuerpos sudorosos, el mar como
esperanza y cerco y la fragilidad de los seres humanos ante fuerzas superiores
que socavan los destinos individuales.
33
revoluciones para anestesiar a los hombres
El
gran logro de este libro es la novela breve que le da título y que tiene una
vida independiente de los relatos, y que a su vez les irradia luz propia.
"33 revoluciones" es el telonero de este concierto, y se ha robado el
espectáculo literario. Podría haber estado en otra disposición en el índice y
hubiese equilibrado el conjunto. De igual forma es una joya que no debería
dudarse en publicar con tapas propias. Esta novela breve da cuenta de la vida
cotidiana de un funcionario del régimen cubano. Lo que en los relatos se
desborda, en "33 revoluciones" está contenido: las reflexiones de carácter
metafísico o los malabarismos filosóficos no se han explayado, hay mesura, las
acciones se han ralentizado, el lenguaje ha encontrado delimitación en la
cualidad anímica del personaje. Todo se centra en este caminante de la revolución
una vez acabada la revolución. El día después, que puede significar el resto de
los días. Porque lo que supone toda revolución es el fin de la historia, es el
estancamiento de la sucesión, es la perdida de toda esperanza porque
precisamente el presente es el futuro.
"Ya
cansado, camina hacia el trabajo con la certeza de la inutilidad —el
descontento, la atrofia, el silencio del día a día—: la oficina lo espera como
la semana pasada: no hay sorpresas ni cambios ni novedades. Agotada la épica
solo quedan el aburrimiento, el ausentismo y la pereza (la conciencia es volátil;
sin retroalimentación se raya, la aguja salta y se torna incomprensible —inasible—,
inescrutable). Todo carece de definición; la suciedad borra las formas más
elementales (el robo es una práctica legítima): el chantaje cohesiona; la
decadencia se disfraza de progreso y aun así el disco sigue girando (la aguja
se traba, salta y retrocede): el desconcierto es la única certeza".
"33 revoluciones" es un prodigio literario, uno que hace especular —y
lamentar porque nunca se sabrá—lo que hubiese logrado el escritor si la vida le
hubiese regalado más años. Este artefacto literario es palabra y música y humor
y belleza y tristeza.
El
funcionario de la novela es la encarnación del logro del fracaso, del éxito del
infortunio. Un hombre que anda y escucha una Habana que es como un disco
rayado. Cuba es un disco rayado. Uno en el que la promesa del reino de la
solidaridad se ha desplazado al de la soledad y la mezquindad. Un disco rayado
en el que cada habitante itera una y otra vez lo mismo sobre la isla, su
historia, su presente-celda, y su propia vida, rodeada de un mar que es
"la cortina que nos protege y encierra. No hay fronteras; esas aguas son
bastión y alambrada, trinchera y foso, barricada y retén. Resistimos en el
aislamiento. Sobrevivimos en la repetición". Viviendo como el gerundio inmóvil de la miseria.
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